LA PREVENCIÓN... AUSENTE UNA VEZ MÁS
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La tragedia de Once pone una vez en la mesa de conversación la difícil problemática de la seguridad en los locales bailables, el como garantizar a los asistentes a ese tipo de locales la mínima e indispensable seguridad para que su presencia en los mismos no se transforme de un momento de diversión o entretenimiento en una noche trágica de muerte y dolor.
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Y todo conduce también una vez más a algo tan comentado y debatido en los últimos tiempos: La prevención, de la que mucho se habla y por la que poco se hace.Argentina es un país donde la prevención prácticamente en todas las áreas brilla por su ausencia, nadie previene nada, nadie controla nada, y por eso suceden las cosas que suceden. Los argentinos necesitamos tragedias, muertes, índices alarmantes de delincuencia, reincidencias criminales de todo tipo para reaccionar, para recién empezar a plantearnos las posibles formas o mecanismos de prevención. Pero siempre es tarde, siempre llegamos después, siempre actuamos después.
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Frente a las muertes, las familias destruidas, el horror de lo sucedido, de nada nos sirven ahora las nuevas medidas, los nuevos controles, las nuevas estrategias preventivas y menos aún las despreciables imputaciones que se lanzan uno a otro los gobernantes o funcionarios de turno; nadie es responsable, todos son tristes imitadores del Procurador Poncio Pilatos.
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Basta de lavarse las manos, basta de inútiles promesas o ficticias medidas porque después como siempre nada de todo eso se llevará a la práctica y sólo quedarán en simples reacciones momentáneas por lo tristemente acaecido. Son respuestas estructuradas sólo para el hoy.
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La tragedia del boliche de Once es un licuado de culpas, en mayor o menor medida todos aportaron irresponsabilidad y desidia para que la noche terminara como terminó, un empresario irresponsable ávido de dinero que permitió el ingreso irrestricto y sin control de concurrentes, entre ellos niños, sin las más mínimas condiciones de seguridad; los jóvenes que encendieron bengalas pese a que se les había solicitado por las condiciones del lugar que no lo hicieran, los padres o madres de familia que concurrieron a un evento de ese tipo con sus pequeños hijos para que a modo de guardería infernal los hacinen en el baño de mujeres, y fundamentalmente, muy fundamentalmente las autoridades de la Jefatura de Gobierno que nada controlaron ni supervisaron, habilitando un local cuando no estaba en condiciones para funcionar. Todos actuaron con mayor o menor nivel de responsabilidades para que la tragedia se consumara. Y todo lo que hoy se pueda hacer o decir, sirve para adelante, para el futuro, pero no para atrás, para el pasado. Cuando todos somos culpables, paradójicamente, nadie es culpable.
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Tenemos que aprender de los errores, tenemos que corregir lo que está mal y de una vez por todas empezar a actuar antes de las tragedias, ¿no repetimos acaso cotidianamente aquello de que “es mejor prevenir que curar”?, ¿por qué no lo hacemos entonces?. Lo repetimos, lo afirmamos pero no lo ponemos en práctica, ni siquiera lo exigimos de nuestros gobernantes. Y es porque no sabemos prevenir, como tampoco sabemos exigir. Y cuando por casualidad o inercia se ejerce desde el Estado algún tipo de control, nos enojamos, nos quejamos y si podemos zafar, zafamos. No entendemos la importancia de la prevención, desde el cinturón de seguridad, el casco en la moto hasta el mismo preservativo, todo lo que sea prevenir nos parece o resulta una asignatura menor. Y no lo es, claro que no lo es. Cada cachetazo que nos asesta la irresponsabilidad, pasividad o dejadez de nuestros dirigentes y de nosotros mismos, nos demuestran que no es para nada una asignatura menor. Pero no nos damos cuenta.
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Si no cambiamos, si no corregimos y si no asumimos los argentinos nuestras propias culpas, inclusive la de elegir a los gobernantes que nos conducen, vamos a seguir diciendo muy frecuentemente: “La prevención... ausente una vez más"
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